Quien más, quien menos, asocia sin dificultades los dos primeros nombres a la conquista de los Andes y de México, a los incas y a los aztecas. Todos tenemos también alguna idea acerca de que tanto Pizarro como Cortés, contando con fuerzas muy reducidas, se aliaron a pueblos o facciones opositoras al régimen absoluto imperante y de esa manera consiguieron vencer a ejércitos que les superaban en mil a uno y dominar territorios que eran mayores en extensión que España.
Pero, ¿y Cabeza
de Vaca? Seguramente son menos los que recuerdan por dónde anduvo, qué hizo.
¿Fue un conquistador? ¿Se alió con algún pueblo para vencer a otro? En la
historia de Cabeza de Vaca se mezclan otros nombres importantes, como Irala y
Ñuflo de Chávez. Supongo que los paraguayos han oído hablar de Irala y los
bolivianos de Chávez, pero ¿cuál fue su relación con Cabeza de Vaca?
En «Cabo de
perros» sigo paso por paso la historia de Cabeza de Vaca junto al río Paraguay,
usando para eso su libro «Naufragios y comentarios» y el «Viaje al Río de la
Plata» de Ulrico Schmidl, soldado alemán que llegó antes que Cabeza de Vaca y
se fue después. Entre lo que cuenta uno y lo que cuenta otro se puede tejer un
hilo más menos cronológicamente aceptable de lo que ocurrió en aquellos años.
Pero el protagonista
de «Cabo de perros» no es ese cuyo nombre he repetido ya demasiado, sino Álvar
y sus mastines adiestrados como perros de guerra. Cuando Álvar va a una batalla
es porque esa batalla existió y ocurrió de la manera como él la describe.
Cuando le hablan de una expedición es porque esa expedición se hizo, y de la
manera en que se la cuentan. Cuando Álvar escribe a su padre sobre lo que hacen
Irala y Cabeza de Vaca, o sobre las naciones indígenas de la región, está
reflejando lo que dicen los libros que antes he mencionado.
Hay otro libro
que me ha guiado para describir la reconquista de Túnez, en la que también
participa Álvar: el libro sexto de la «Descripción general de Affrica»,
referido a Túnez y «… con relacion de algunos sucessos de guerras, y cosas mas
dignas de memoria», de Luís del Mármol Carvajal.
Es decir, si alguien se ha inventado lo que pasó y merecía ser contado, no he sido yo. Fue alguien de hace varios siglos.
Pueden encontrarlo aquí.