Incluso de querer ser ecuánime («imparcial en el juicio», DLE) o hasta equidistante («que no se inclina ante las partes de un conflicto», Oxford). Porque la verdad, la verdad... bueno, tendremos que quedarnos con una verdad.
En mi caso me encuentro con dos textos escritos por protagonistas de la historia. La verdad de Ulrico Schmidl es cruda y no parece esconder atrocidades perpetradas ni sufridas. En el otro bando de aquella lucha, Cabeza de Vaca no coincide en su versión de los hechos con el tudesco.
Los dos dejan ver, eso sí, que del río de la Plata al paraíso había en aquella época más distancia que desde Madrid, a no ser que entendamos por paradisíaca la vida en continua guerra con todos, con miedo constante de ser asesinado o hecho esclavo por otra etnia indígena. Para Scmidl, fiel seguidor de Irala, la solución era mano dura; para Cabeza de Vaca, si hacemos caso de sus escritos, la igualdad en el trato a españoles y nativos.
De lo que escriben los dos se desprende que sin el apoyo de los guaraníes, que buscaban la supremacía (por ejemplo, frente a los guaycurúes), los españoles habrían durado menos en aquellos parajes que un escupitajo en una plancha. Con seguridad habrían vuelto después, y mejor armados, pero eso no lo sabían quienes les ayudaron a establecerse en América (podemos extenderlo a México, Perú...) a cambio de convertirse en sojuzgadores de quienes les sojuzgaban o simplemente de quienes les rodeaban.
Valerse de cualquier método para joder a los demás ocurría tanto entre agaces y carios como entre españoles y franceses; esclavizar a los vencidos era habitual aquí y allí; pagar deudas y rescates con mujeres como moneda... mmmm, ya saben la respuesta; invadir territorios ajenos para apropiárselos era el pan de cada día en todas las partes del globo.
Pero, bueno, eso lo cuentan dos tipos que estuvieron allí en aquella época y que seguramente sabían menos que los intelectuales y dirigentes que siglos después interpretan las cosas de otras maneras que convienen más a sus intereses (aunque después renieguen de sus escritos, como Galeano de «Las venas abiertas de América Latina»).
¿Justifica esto las muertes y la desaparición de culturas? Sin duda, no. ¿Era mejor la vida de los indígenas antes de que llegaran los españoles? Lo que sabemos es que no era el Edén que nos quieren vender.
Y ahí está lo incorrecto. Decir que la América precolombina no era el paraíso en la Tierra, según como estén los ánimos, puede suponer una acusación de fascista, racista, supremacista, xenófobo, nazi y, ya puestos y siguiendo al capitán Haddock, bachi-buzuk, lepidóptero, nictálope, beduino, ostrogodo y filibustero. Y de cabeza al ostracismo. No sé si se me entiende, pero así creamos los monstruos que con el pelo amarillo-anaranjado, o con la gripezinha, o con los vídeos manipulados de inmigrantes en Canarias, nos quieren hacer la vida más difícil a todos.
Yo, por si acaso, he intentado escuchar la verdad de cada uno de aquellos bandos que se enfrentaron en aquella época. Al final me quedan muchas preguntas por responder, pero perdonen si en algunos casos dos más dos da cuatro y no lo que ustedes quieren que dé.
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