NO PIENSO CAMBIAR UNA COMA

Estaba leyendo un documento de la CEPAL que da una visión histórica sobre el acceso de los indígenas latinoamericanos a la tierra. En 150 páginas hablan de guerras (todas contra los invasores europeos) y de esclavitud (solo una referencia a esclavos precolombinos). Según este estudio, los territorios indígenas tenían el tamaño exacto para cubrir las necesidades básicas de cada pueblo y, es más, sus límites eran flexibles para permitir el acceso de otras naciones. No solo eso, sino que mencionan que los tupí-guaraníes experimentaron una gran expansión territorial antes de la llegada de los europeos. Pero nada de guerras, nada de conflictos.

Y yo aquí con un libro publicado en el que cuento que las guerras y la esclavitud eran el pan nuestro de cada día entre las naciones precolombinas del centro de Sudamérica. Lo que relatan Ulrico Schmidl y Cabeza de Vaca, que pasaron unos años allí poco después de la llegada de los primeros españoles.

Echo un vistazo a algunos artículos que hablan de la posesión de esclavos como algo común entre los pueblos de esa zona. En general, sin embargo, siempre hay un intento de justificar o suavizar el asunto: los esclavos eran bien tratados, nunca se les hablaba "de forma ríspida", muchos de ellos se sometían voluntariamente a otros pueblos y, además, la esclavitud precolombina no se puede comparar con la del tiempo de la conquista porque aquella tenía un significado cultural.




También veo que el avance de los tupí-guaraníes, adueñándose de los territorios de decenas de otras naciones, no fue tan pacífico (como es lógico) y que creó una situación de guerras continuas que abarcaban gran parte de lo que hoy es Brasil, Bolivia, Paraguay y Argentina.

Entonces, pienso, lo que yo digo en el libro es polémico, pero no por ser una opinión infundada, sino porque no se pueden contar según qué cosas.

Me hacen dudar de la veracidad de mis fuentes (Schmidl y Cabeza de Vaca), pero no encuentro el motivo por el que dos personajes que estuvieron enfrentados y que veían las cosas de formas muy distintas deberían inventar guerras entre indígenas o imaginar que existiesen esclavos donde no los había. Schmidl en concreto no tiene pelos en la lengua y cuenta las atrocidades propias y ajenas con una tranquilidad sorprendente.

En fin, tengo que asumir que un 90% de mis posibles lectores dejará de leer en cuanto vea que no describo la situación precolombina como el reino de la empatía, la solidaridad y la fraternidad. Pero no voy a cambiar una coma; me he esforzado mucho para entender y expresar el punto de vista de cada uno de los implicados en aquel encuentro de mundos y tratar de crear interrogantes que hagan pensar al lector como para echarme atrás ahora.

Pueden encontrar el libro aquí.