Ierê, de la nación cario, es la protagonista de las dos primeras partes de «Memorias de América». Los hombres del relato actúan y hablan, son muy explícitos en su comportamiento, muy evidentes en sus posiciones, literales; para ellos y para el lector, la fuerza motriz es Ierê, la que no necesita muchas palabras ni aspavientos, la que representa el vínculo, la que dice mucho más que lo que se oye.
Álvar, palentino
de la montaña, llega a las Indias en 1540 y lleva consigo sus dos mastines
entrenados como perros de batalla. La situación en Asunción no es la mejor para
los indígenas, a pesar de que estén acostumbrados a las guerras continuas y a
la esclavitud desde siempre y seguramente más desde la expansión de los
tupí-guaraníes sobre los territorios de otras naciones de la zona. Poco tiempo
después llega el nuevo gobernador, Cabeza de Vaca, dispuesto a dar un trato
igualitario a españoles y americanos aun a costa de enfrentarse a las tropas
veteranas del capitán Irala.
Ierê, Álvar y los
mastines Draa y Chigui son cuatro de los personajes que se esfuerzan por
sobreponerse al retumbar continuo de dos mundos en colisión. Álvar se pregunta,
pregunta a indios y soldados y tal vez también al lector cómo está discurriendo
ese encuentro de culturas y por qué, y cómo debería desarrollarse. Las
diferentes respuestas seguramente le dejan confuso, no acerca de sus
principios, pero sí sobre las razones de cada uno.
El marco
histórico lo dan los escritos de Cabeza de Vaca y Ulrico Schmidl, que vivieron
aquellos tiempos y aquellas luchas y los dejaron impresos con sus propias
palabras. La acción la proporcionan americanos y españoles; guaraníes, agaces, guaicurúes;
soldados y civiles. La visión de todo nos llega a través de las conversaciones
de Álvar con cada uno de ellos, amistosas o entre golpe y golpe.
El lector
decidirá si quiere centrarse en las aventuras de hombres y perros, en la
recreación histórica de los hechos o en las cuestiones que deberían hacerle
meditar si su posición acerca de todo lo ocurrido en aquella época tenía una
base tan sólida como pensaba. Si tener una opinión sobre estos asuntos es tan
fácil; si lo es etiquetar a cada uno como héroe o villano.
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