¡Á, PERO ESO NO VALE NADA!

Los indígenas de los llanos orientales de Sudamérica en el siglo XVI no tenían nada; ni catedrales, ni libros, ni ruedas, ni acero, ni instrumentos de navegación marina, ni pólvora, ni universidades, ni na de na… Seguramente estaban menos avanzados técnicamente que los pueblos celtas e iberos cuando llegaron los romanos.
Los españoles debieron de pensar: «Esta gente está como nosotros hace tres mil años» y, en consecuencia, considerar que los avances que les proporcionaban serían un bien inconmensurable. Igual que en España damos mucho valor a todo lo que nos dejaron los romanos y los árabes, entre otros.
Es de cajón.
¿O no es así, tan simple?
Porque si empezamos por pensar que una cultura es mejor que otra por estar más avanzada técnicamente, seguramente estaremos metiendo la pata hasta el corvejón, por decirlo de alguna manera.
Y no crean que es fácil asumirlo. Esta idea, que ya aparece en «Cabo de perros» y «Ierê», flota en el ambiente aquí en Brasil y al final se me ha metido en la cabeza. La primera vez que alguien lo mencionó me pareció una chorrada, pero poco a poco me he doblegado.

¿Es mejor nuestra civilización, o nuestra cultura, que la de los grupos indígenas que viven aislados en la Amazonía? ¿Es preferible para ellos? Andan desnudos, no tienen avances médicos, no conocen el resto del planeta, no saben hacer la O con un canuto… Pero mi respuesta a las dos preguntas anteriores es: «No».